domingo, 17 de febrero de 2008

Respirar


Cuando escribo sucede un dialogo. Al escribir alguien me lee y yo escucho y contemplo. Entre palabra y palabra una pausa, un suispiro, inhalar, exhalar, la vida.
Las palabras de quienes hemos elegido o hemos sido elegidos para escribir son un puerto libre, una plataforma de despegue, una estación de autobús o como dijo Jean-Luis Giovannoni:

Nuestras palabras son una orilla
de la que puede partirse

Uno escribe y el mundo respira…

En la médula de la palabra esta el anhelo de respirar. Mientras se respira hay vida.

La orilla

¿Qué son las palabras de los que escriben? ¿Para qué sirven las palabras de los que escriben? Estas y otras preguntas le fueron presentadas a un escritor francés por unos jóvenes que indagaban en el para qué de escribir y en el sentido de las palabras. He aquí la respuesta de este hombre:

Nuestras palabras son el espacio
que le falta a este mundo
La orilla
que faltaba

Dicho con otros términos escribir es como navegar. Al navegar dejo la orilla de la tierra firme y me interno con la intención de guiarme por la estrella polar, mas en la práctica, los imponderables me pueden llevar también a una dirección no imaginada. Toda navegación, finalmente, cuenta en su origen con una orilla y esa es la primera palabra dicha por los humanos sobre sí mismos.

Los pasos andados

¿Quién de nosotros en este desierto no habrá bebido alguna vez en la escuela secundaria de los poemas caminantes de nuestro buen Antonio Machado?, me he preguntado alguna vez. Sin embargo, para mi sorpresa, he descubierto que así como el camino de la vida lo transitan millones de seres humanas, existen un número similar de posibilidades para que cada cual diga cómo es el camino de la propia vida. Tengo en mi rústica mesa un pequeño libro con grandes intuiciones sobre el espacio y el moverse, en una palabra, sobre el ser humano eterno caminante:

Uno no gana el espacio,
lo abandona
desde el primer paso

Uno no puede moverse
sino perdiendo
a cada instante
su tierra

Y mientras crece en ella
más de ella debe retirarse

- Inspirado por Jean-Louis Giovanonni

El espacio y los pasos

¿Quién inventó el concepto de tiempo y de espacio? Fue la pregunta de uno de mis pequeños vecinos al comienzo de la escuela secundaria. La pregunta le rondaba la cabeza y de ésta se desplegaron otras tantas preguntas como ¿tiempo existe antes del mundo? Ó el tiempo ¿es un simple concepto inventado por los humanos? Meditando en voz alta sobre estas preguntas y después de una larga conversación llegamos al punto de considerar que los humanos primero aprendemos por la experiencia y luego comprendemos los conceptos abstractos y no al revés y para muestra de ellos está el lenguaje poético que dice:

Uno no atraviesa el espacio
lo deduce de sus pasos

Entre dos momentos

Aunque sé que nuestra común manera de hablar menciona a occidente versus oriente me tomo la libertad para decir que en oriente las palabras se abrevian, se condensan y brotan de la tierra como botones de increíble belleza. Nosotros en occidente necesitamos de muchas palabras para explicar y explicarnos algo tan sencillo y profundo como las preguntas básicas de la vida. Para muestra pensemos en ¿qué acontece entre el comienzo de la vida en la tierra y el término de la misma? .Un viejo poeta zen respondió breve, preciso y conciso así:

Cuando naces alguien te baña y envuelve
Cuando mueres alguien te baña y envuelve
Lo importante está entre esos dos momentos.

-Inspirado en un dicho Anónimo del desierto

Anatomía poética


Con la debida licencia podemos hablar y decir que las hojas flotan y fluyen suavemente sobre el pecho del río y que la silla tiene patas, como la botella tiene cuello y la madera ojos y a los monos les gustan las manos de plátano y lo que escribo tiene una nota al pie de la página, mientras mi vecino esta con el agua hasta el cuello y el otro está en una pantano hasta las rodillas, pero Susana tiene cinturita de avispa ,ah y a todo esto no olvido que el mundo está patas arriba pero no hay más sordo que quien no quiere oír, así como que en boca cerrada no entran moscas. Ah, sí, las moscas las eternas vigilantes, las pacientes moscas que darán cuenta de todo lo vivo y de todo lo que hoy se mueve en este mundo y mañana estará muy quieto, tan quieto como un manjar para las moscas.

Dos miradas sobre el mundo


El siglo XX se comprende, en gran parte, gracias a la tarea de los fotógrafos que se hicieron profesionales empíricamente, movidos por su natural curiosidad y otra veces por encargo de gobiernos, ejércitos y compañías transnacionales para fortalecer sus intereses. También han caminado por todo el mundo otros fotógrafos amantes de la naturaleza que han tratado afanosamente de mostrarnos los más recónditos y hermosos lugares de este mundo en el que nos ha tocado vivir. Podemos afirmar que hay dos tipos de fotógrafos y dos tipos de fotografías. En el primer grupo están quienes tratan de mostrar la belleza del mundo y en el otro grupo los que se esfuerzan en arrancarle al mundo sus rasgos más doloridos, deprimentes perversos, decadentes y desesperanzadores. Material sobra en el mundo de la pobreza, del desempleo, de la orfandad, la guerra, las enfermedades, la vejez y la infancia desvalida. El siglo XXI ha dado un giro de 180 grados al democratizar a la fotografía y el video. Ambas expresiones han dejado de ser el privilegio de unos cuantos profesionales de la imagen y ahora casi cualquier humano del planeta puede fotografiar miles de veces y filmar instantáneamente los rostros del mundo mundo. Los fotógrafos espontáneos, amateurs, entre los que me cuento, no destacan por la técnica depurada pero son una muestra de la oportunidad y de la frescura que revela a los rostros cambiantes y sorprendentes de la realidad.