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La misma mirada |
La
palabra entusiasmo siempre ha
resonado en mis oídos como música celestial. Al asomarme, guiado por la mano de
la curiosidad, me sentí hermanado con el entusiasmo.
Según dicen los que saben en esta
palabra maravillosa ,como en los buenos vinos, está la presencia de diversos
aromas y sabores de maderas, especias, frutos, etc. El entusiasmo es un estado de nuestra alma parecido al secuestro y a
ser poseído por los mismísimos dioses. El entusiasmo
es una suerte de dios que habita en nosotros y nosotros nos convertimos en
instrumento dócil en sus manos para que él se manifieste en el mundo. Son los poetas ,profetas y enamorados quienes
manifiestan la presencia de los dioses en este mundo. Los poetas, profetas y
genuinos enamorados despiertan en nosotros un sentimiento de respeto, de
callada admiración pues bajo esa posesión de los dioses ascienden a unas
alturas que los seres de-a-pie no podemos barruntar. Alguien
habló de lo que fue su vida incendiada
por los dioses y dijo maravillosamente: La edad arruga la piel
pero renunciar al entusiasmo arruga el alma.
Albert
Schweitzer
La mirada de la Mona Lisa y el auto retrato de Leonardo da Vinci...es la misma.
De
paso por la querida Cd de México. Volver
sobre los viejos pasos andados. Volver a mi café favorito. El mismo ventanal,
la misma arboleda más añosa, las mismas sillas
y mesitas con cubierta de mármol y un nuevo guiño de nuevas aves en las
copas. Suelto el cuerpo y en el centro de la mesa está un letrerito que me da
la bienvenida. En este café suceden cosas
maravillosas, no lo olvides, como: Un buen destino es aquel
a donde se encuentran dos personas, cuando ni siquiera se estaban buscando... ¡Si lo supo hace muchos años el buen Julio
en otra parte del mundo! ¡Si lo saben los cafés de Buenos Aires, Lima y en mi
desierto! No lo dudo, el café es un lugar mágico de magia mayor –entendiendo
por magia a las transformaciones súbitas que experimenta nuestra vida en un
abrir y cerrar de ojos.
El día de 24 horas tiene 86400 segundos. En mi experiencia paso muchísimos
segundos en la inconsciencia de que los estoy viviendo o contando. Un segundo,
un minuto, una hora y un día son vividos , las más de las veces, como una
fracción del gran fluido del río llamado vida, llamado vivir. Pese a ello hay
instantes tan particularmente sensibles, luminosos, reveladores, excepcionales
que nos llevan a decir: Hay segundos en
la vida, que valen años... ¿Cuáles son esos segundos? La respuesta siempre
quedará corta para la infinitud de posibilidades pero suele ser en el mundo del
amor, del dolor, de los encuentros inesperados y las súbitas
sorpresas, cuando cobramos consciencia de que un solo segundo vale lo que podemos haber desgranado a lo largo de
años. Es una dicha poder experimentar siquiera una vez en la vida un solo segundo pleno.
Ese ciclo o biciclo de dormir y levantarse y estar despierto nos lleva la vida. Nos vamos por tercios y el
Primero de ellos a lo largo de toda la vida es para dormir -acto biológico que no es equivalente a soñar
y a tener sueños aspiraciones en la vida.
Segundo tercio, dedicarse a los quehaceres
de la vida. Tercer tercio, pasar el tiempo, entretenimiento, vagancia, vacación,
recreo y formas de amor o crear o
hacer nada. Vuelvo a la relación nuestra de cada día con esa superficie donde anhelo depositarme después de la
andanzas de cada día llamada cama. Hoy,
precisamente, hoy he sonreído al poner mis pies una vez más junto a la cama y respirar pues me ha visitado la expresión
de un buen amigo: Más que levantarse de
la cama, hay que levantarse del ayer...Que en la cama se quede no sólo nuestro cansancio transfigurado en
entusiasmos, sino los ayeres con su
polvareda y su hojarasca. El sol ha tocado despacito a mi ventana.