viernes, 11 de agosto de 2006


Cartas del Desierto


Guillermo Pareja Herrera


En la arena, de cara al sol

Palestina, Beirut, Israel, Bagdad, y Afganistán, antes…
Siempre las mismas imágenes, ¿hasta cuándo? Desde hace 150 mil años no hemos dejado de de ser caníbales, homicidas y fratricidas. Primero fue la quijada de un burro en la mano de Caín, ahora es una bomba de racimo, ácido, fuego o láser. Pero el último instante de un soldado o de un civil derribado en la arena, el fango o el concreto es el mismo.
Mientras escribo algunos, siempre pocos, comentan sobre los daños colaterales. En sus mesas laterales los cubos de hielo, en pesados vasos de cristal cortado, refrescan el whisky. Los sillones de piel, las gruesas alfombras, los dobles cristales evitan que las voces agonizantes, el humo, el polvo, lleguen a su altura celestial. Escribo en congoja y en vergüenza.

El trazo de la lluvia de fuego y metal me llena los oídos
Me seca la garganta de angustia
Me llena los ojos de polvo
Pronto desciende el manto del silencio
Más polvo

Escucho unas voces
que dicen:
Está muerto,
Mira, le salen borbotones de sangre
por la boca y los oídos

Yo, escucho
Yo, veo
lo que ellos escuchan y ven.

Una mosca -la reina de las guerras-
que esperó, pacientemente,
se posa en mi ojo derecho,
se pasea victoriosa,
sé que ella se comerá
mi mirada.


No hay comentarios: