viernes, 19 de enero de 2007

Cartas del Desierto

Guillermo Pareja Herrera

Una belleza del desierto

¿Cuál es la belleza del desierto?, me han preguntado una y otra vez. Para mí el desierto tiene sus bellezas que se van develando gradualmente, por lo general, y súbitamente como un regalo, de vez en cuando. Entre las bellezas que tiene el desierto hay una que me es muy querida y la comparto con Antoine de Saint Exupery -quien fue otro amante del desierto, de los vuelos y de la escritura- el cual dijo: lo que embellece al desierto es que esconde un pozo en alguna parte. Hay tres elementos formidables en esta frase. Primero, el verbo esconder. Lo escondido nos mueve, nos despierta, nos intriga. A mí me moviliza entero. Segundo, un pozo de agua. ¡Qué tesoro más grande puede guardar el desierto que un venero! Agua fresca, agua, clara bajo el sol. El tercer elemento dice: en alguna parte. ¿Dónde es en alguna parte? Por mi experiencia puedo decir que ese lugar es debajo de mis pies, aquí, ahora. Lo que importa es nuestra apertura, nuestra sed. El agua se aparece en el momento menos pensado. En otro nivel, el agua no sólo es dos partes de hidrógeno y una oxigeno fusionadas, sino también, es la persona amada, el objeto útil, la idea creadora que se nos manifiestan como agua fresca, agua clara, agua viva, en un instante.

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