domingo, 18 de febrero de 2007


Cartas del Desierto

Guillermo Pareja Herrera


La memoria de los árboles




Cada mañana al despertar un álamo grande en años y en sombra me saluda. Este árbol –como todos los árboles y los árboles viejos, particularmente, tiene gran memoria. El se acuerda desde cuando fue una diminuta semilla llevada por el viento hasta que le llegó el instante de ese día, de ese año, hace muchos años, en que fincó sus raíces en este lugar ante mis ojos y ante el tacto de mis manos. ¿A cuantos caminantes ha visto pasar, cuantas nubes han desfilado y cuantos caballos se han refugiado bajo su sombra?. Junto a este álamo han desfilado carretas , soldados, comerciantes, mineros y prófugos. La historia, la vieja historia, ha pasado ante sus ojos, ante su piel, pero sobre todo ante sus oídos. ¡Si éste árbol dijera todo lo que ha escuchado!. Él tiene memoria, la memoria de los tiempos y de la vida. No somos nosotros quienes nos acordamos de los árboles sino ellos quienes llevan la cuenta de nuestros pasos sobre este desierto. Un día, tal vez, pueda detenerme y abrazarme con él para despedirme antes de partir de este mundo. Casi de seguro él seguirá escuchando los pasos y las palabras humanas, porque es árbol viejo de gran memoria.

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