Hay seres humanos que aprendieron desde niños que el mundo era un lugar donde la vida transcurre oscilando del blanco al negro y lo grato de esta vida parecer ser la escala de grises y nada más. Otros seres humanos aprendieron desde niños que el mundo es un lugar al que podemos pintar con todos los colores imaginables. Iluminar al mundo con los colores de nuestras acciones, sentimientos y emociones es una tarea para todos los días. Iluminar a nuestro mundo es una tarea grata y lleva en su interior una urgencia propia. Tal vez esa urgencia hermosa es la que refleja una frase escrita en una pared en una ciudad mexicana que me ha quedado tatuada en el alma:
Pintar la vida antes que ella nos destiña
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