viernes, 13 de enero de 2012

Leyendo nuestro cuerpo

No sólo leemos libros con cuentos, poemas y ensayos. También leemos nuestro cuerpo y los cuerpos. Cada parte de nuestra humanidad registra los cambios internos y los estímulos ambientales. De ello dan cuenta los ojos, la cara, la piel, la voz, los pies y las manos, los intestinos y los estornudos. ¡Qué variedad tan simpática de muestras fisiológicas! Me puse rojo de vergüenza. Me puse rojo de rabia. Me puse roja al escuchar semejante propuesta. Al escucharlo se me puso la piel de gallina. Tengo la cabeza caliente y los pies fríos. Después de lo que me dijo se me secó la boca. Me aguanté y los ojos se me inundaron de lágrimas. ¡Qué historia, se me aflojó el moco! Se quedó estreñida pues aprendió a callar y a aguantarme asusté tanto que me hice en los calzones. Me atraganté con mis propias palabras y no dejé de toser. Pasaron las horas y mis tripas comenzaron a ladrar. La clase fue tan interesante que me la pasé entre bostezos. Qué rico estornudo fue como un orgasmo. Sudé la gota gorda pero no perdí el vuelo. Me castañeaban los dientes. La lista es inmensa pero aquí tenemos una probada de la riqueza de registros de nuestro ser.

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