domingo, 1 de enero de 2012

Presencias, ausencias y luz

Vivir vive cualquiera, decían mis mayores, pero saber para qué vivir es un descubrimiento que nos marca un camino en la vida y nos distingue del camino predeterminado y perfecto que tienen las aves, los peces, los reptiles y los mamíferos. Por tanto, nuestro asunto no es el simple vivir sino el arte de saber cómo y para qué vivir. En medio del tejido de nuestras vidas que se entrecruzan suceden cosas curiosas .Un día nace un niño, una niña y partir de ese instante toma su lugar en nuestro mundo, su importancia, y se convierte en una presencia. Pasan los años y un día ese infante convertido en adulto (a) se va de este mundo. Echando la mirada atrás podemos tener, sólo entonces, la pintura completa de lo que fue esa presencia en nuestra vida de cada día. Sólo entonces comprendo el valor de la afirmación que dice: No vivas para que tu presencia se note, sino para que tu ausencia se sienta[1]. Hay vidas silenciosas y calladas, nada protagónicas, cuya potente luz sobre el mundo se percibe sólo a la distancia, como la nave que sólo a la distancia percibe la luz y la importancia del faro marino.





[1] Bob Marley

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