viernes, 24 de febrero de 2012

Lo lleno y lo vacío

Una de las fantasías más extendidas es pensar que podemos presumir de tener memoria. Pero nuestra memoria es tan limitada, frágil, selectiva, escurridiza y olvidadiza. Veamos pues lo que sucede con un solo día de nuestra vida formado por veinticuatro horas y cada una de ellas con sesenta minutos y cada uno de ellos con sesenta segundos. Sólo recordamos uno que otro hecho o experiencia de alguna escasa y perdida hora del día. Cada día que se va no nos devuelve más que migajas de memoria. No hay arqueólogo que pueda reconstruir cada segundo de los miles que forman un solo día humano. El invento del minuto y del segundo es un reino de bruma, de enigmas. De cada día queda la huella semejante a la fumarola de un cigarro o el sutil aroma de un perfume que ya pasó. Una memoria llena de cada instante sería una carga que no podríamos soportar como también es insoportable vivirnos como vagabundos en los miles de segundos vacíos de un solo día sin poder recordar mínimamente de que estuvieron vividos. Así que, es bonito pero también pretensioso, vivir en el presente, en el hoy, en el instante pues sólo queda en el horizonte de la memoria, una que otra alta cumbre que corona el valle cubierto de bruma  y de olvido.






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