viernes, 27 de julio de 2012

El vacío






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La palabra vacío suele espantarnos –por decir lo menos. Las expresiones en nuestra lengua confluyen en esta apreciación temerosa. Miedo al vacío, vacío existencial, vacío vital, vida vacía, tiempo vacío.  Hasta se ha llegado a pensar que el vacío en la existencia humana es una suerte de patología. Sin embargo, con la ayuda de las indagaciones filosóficas, antropológicas y hasta estéticas tenemos en el vacío a otra dimensión. Me refiero a la dimensión de la utilidad.  ¿Puede ser útil el vacío? Sin duda que lo es y no sólo útil sino necesario. Para tomar agua hemos de hacer un vacío, una especie de cuenco con nuestras manos. Para que entre la luz del día necesitamos hacer un vacío o claro en los muros llamado ventana. Para transitar de un espacio a otro recurrimos a otro vacío práctico llamado el claro de la puerta. El vacío de la vida no es negativo intrínsecamente. Es una oportunidad para elegir con qué llenarlo. Algo así, como los cajones vacíos de un escritorio. Nosotros decidimos con qué y para qué llenarlos. Así pues, podemos vivir sin miedos ni temores, pues el vacío es una condición para la vida plena y además se caracteriza por su fluidez y flexibilidad ante los cambios.






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