Reconozco que provengo de una cultura donde los
obstáculos a vencer estaban fuera de uno mismo y por lo general se señalaba a
la naturaleza como la depositaria de los obstáculos y los imposibles. Digamos
que fue la montaña más alta, el mar y el río el gran calor y el frio agudo lo
que me impresionaban. En esos tiempos hay gente que está fascinada por la
ruptura de los obstáculos y los llamados imposibles y para muestra están los
deportistas, los exploradores y aventureros y además el libro de records del señor Guinnes. Con los años volví a releer
algunos de mis clásicos preferidos y me encontré con lo dicho por el poeta
Virgilio: La constancia quebranta los
muros más sólidos y vence los imposibles más colosales. Razón tuvo, pero
hoy veo que los muros sólidos y los imposibles están en nuestra relaciones
interpersonales, en nuestros miedos, fobias y tendencia a la discriminación, el
racismo y la ausencia de empatía para con las diferencias humanas. Es en el
cambio de nosotros mismos donde tendría yo que aplicar la tan olvidada
Constancia.
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