La conciencia del transcurrir del tiempo es ambivalente en nuestra experiencia humana.
Sucede que los minutos pueden sentirse
tan fugaces como meteoritos en la noche estrellada o tan lentos que nos
llevan a la desesperanza. Tanto en el mundo de las gozosas experiencias como en
el mundo del sufrimiento y enfermedad el
tiempo se vive con particular intensidad. Lo que se mantiene es una pequeña
gran verdad: nada dura para siempre.
Al otro lado de nuestro mundo el buen Rabindranath Tagore les dijo a sus alumnos:
Yo sé que las nubes duran sólo un momento
y que el sol es para todos los días. Asumir esta realidad nos ha de ser una
formidable ayuda para mantenernos de pie
ante las circunstancias tanto favorables como adversas. Todo pasa...
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