Gran privilegio de los seres humanos
tener el gratuito don de la palabra a
su disposición. Decir la palabra es
decir todo un mundo como charlas, conversar, escuchar y
callar, compartir, discutir, argumentar, insultar, maldecir, consolar, todo a través
de la palabra. Palabra que, por
cierto, es como la flecha cargada en el arco del soldado que una vez tensa y
dirigida al objetivo sale disparada para no volver. Pues bien ,el don de la
palabra ha dado frutos maravillosos a lo
largo de la vida humana en este planeta pero también es un arma letal en manos
de quien no se asombra y respeta este don que nos distingue de los demás seres vivos.
El arte de la palabra se aprende de nuestros predecesores y es nuestra
responsabilidad convertirnos en sabios usufructuarios de este don y así nos lo
recuerda el viejo y sabio Diógenes: Callando es como se prende a oír; oyendo es como se aprende a hablar; y
luego, hablando se aprende a callar [1]
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