Hay
vidas nacidas en abundancia, criadas en abundancia y vividas en abundancia de
las cosas de este mundo. Por lo contrario hay otras vidas que por las
circunstancias del ambiente o por elección personal me causan asombro para
comprender cómo se sostienen. Así le sucedió a Anna la esposa de Dostoievski
quien no se explicaba cómo su hombre necesitaba tan poco para vivir y escribir.
Esos hombres y mujeres son como
arbolillos silvestres de los que mi querida Wislawa Szymborska dijo: “Al igual que un
arbolillo en una ladera rocosa, uno nunca sabe cómo crecerá, qué es lo que lo
sostiene, de dónde saca su sustento o qué milagro es el que hace que broten
esas verdes hojas. Pero ahí está su verdor; es evidente que ha hallado en ese
lugar lo necesario para vivir”. Que vivamos con poco
y lo poco que tengamos lo necesitemos poco parece ser la propuesta de esta
mujer quien vivió en su Cracovia los horrores del siglo XX.
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