Nuestras
sociedades del siglo 21 han heredado tres instituciones que radican en el
centro de nuestra vida diaria y son muy antiguas: Escuelas, hospitales y
cárceles. Sus propósitos se resumen en una trilogía:
Informar,Curar,Vigilar/castigar. Del papel escrito a la realidad suele haber
una distancia y aunque las escuelas están llamadas a formar y orientar a los
seres humanos suelen quedarse en la información de datos. Los hospitales que
están llamados también a sanar y a dar un trato compasivo se quedan en un
negocio probado o en una atención mecánica y despersonalizada. Las cárceles son
punitivas por definición práctica. Por todo lo dicho Michel Foucault afirmó: Las cárceles, los hospitales y las escuelas
presentan similitudes porque sirven para la intención primera de la
civilización: la coacción. ¿Qué es la coacción? Es el uso
de la fuerza que se impone a una persona para obligarla a decir o a hacer algo
contra su voluntad –sea niño, paciente o delincuente. Largo camino nos espera,
como humanidad, para revertir nuestra deshumanización y reconocernos como
humanos dignos.
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