Veamos a izquierda o derecha, en el norte o
en el sur de nuestro mundo y encontramos,
cada día, cúmulos de sufrimiento bajo los más diferentes rostros: festejos
que terminan en tragedias, ataques suicidas, terrorismo, ejecuciones, secuestros,
venganzas, fraudes colosales, destrucción sistemática del ambiente para lucrar
y un largo, casi interminable, etcétera. Nos desayunamos ,comemos y cenamos con
titulares que compiten en el grado de impacto y violencia y para el ciudadano
de a pie es una marejada, un tsunami difícil de librar y difícil de entender
para luego comprender y tomar una postura o actitud ante los acontecimientos.
Pareciera pues que estamos en una montaña rusa sin fin y no hay asidero. Me ha
ayudado detenerme y escuchar la opinión de Robert Fisk viejo corresponsal
británico especialista en los conflictos humanos del medio oriente pero que
puede ser aplicada a diversos asuntos y en diversos puntos de nuestra
azorada vida.
Tal
vez todos los reportes de periódico y televisión deberían llevar un “ángulo
histórico”, un pequeño recordatorio de que nada –nada en absoluto– ocurre sin
un pasado. Las masacres, los baños de sangre, la furia, el dolor, las cacerías
policiacas (que se “extienden” o se “estrechan” al gusto de los editores) se
llevan los titulares. Siempre el “quién” y el “cómo”, pero rara vez el “por qué.
Sólo me queda completar a Fisk añadiendo ¿a quién favorecen los
acontecimientos y por cuánto tiempo? El presente violento se explica por sus causas ,el presente violento tiene consecuencias.Hay una diferencia histórica entre ganar una batalla y ganar la guerra o entre una acción de paz y una vida en paz.
[1] Desapación de
43 estudiantes normalistas para trabajar en el campo mexicano y muerte del
equipo de caricaturistas del semanario parisino Charlie Hebdo.
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