sábado, 10 de enero de 2015

De Ayotzinapa a Charlie Hebdo[1]



Veamos a izquierda o derecha, en el norte o en el sur de nuestro mundo y encontramos,  cada día, cúmulos de sufrimiento bajo los más diferentes rostros: festejos que terminan en tragedias, ataques suicidas, terrorismo, ejecuciones, secuestros, venganzas, fraudes colosales, destrucción sistemática del ambiente para lucrar y un largo, casi interminable, etcétera. Nos desayunamos ,comemos y cenamos con titulares que compiten en el grado de impacto y violencia y para el ciudadano de a pie es una marejada, un tsunami difícil de librar y difícil de entender para luego comprender y tomar una postura o actitud ante los acontecimientos. Pareciera pues que estamos en una montaña rusa sin fin y no hay asidero. Me ha ayudado detenerme y escuchar la opinión de Robert Fisk viejo corresponsal británico especialista en los conflictos humanos del medio oriente pero que puede ser aplicada a diversos asuntos y en diversos puntos  de nuestra  azorada vida.
Tal vez todos los reportes de periódico y televisión deberían llevar un “ángulo histórico”, un pequeño recordatorio de que nada –nada en absoluto– ocurre sin un pasado. Las masacres, los baños de sangre, la furia, el dolor, las cacerías policiacas (que se “extienden” o se “estrechan” al gusto de los editores) se llevan los titulares. Siempre el “quién” y el “cómo”, pero rara vez el “por qué.  Sólo me queda completar a Fisk añadiendo ¿a quién favorecen los acontecimientos y por cuánto tiempo?  El presente violento se explica por sus causas ,el presente violento tiene consecuencias.Hay una diferencia histórica entre ganar una batalla y ganar la guerra o entre una acción de paz y una vida en paz.




[1] Desapación de 43 estudiantes normalistas para trabajar en el campo mexicano y muerte del equipo de caricaturistas del semanario parisino Charlie Hebdo.

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