Hay una conversación humana inconclusa e
interminable para dilucidar si es más importante saber hacer preguntas o saber
responder rápida inteligentemente a la pregunta formulada -que lo digan los políticos y los defensores
de los jerarcas- Pero mi querido Julio
rindió homenaje a nuestra natural capacidad interrogativa. A esa natural,
espontánea, casi ingenua y también irreverente capacidad de preguntar y de
preguntarse sobre lo inmediato, lo simple, lo cotidiano. Entre mis papeles
queridos de Julio hay uno que conservo y se los comparto:
No pregunto por las glorias ni las nieves,
quiero saber dónde se van juntando
las golondrinas muertas,
adónde van las cajas de fósforos usadas.
Por grande que sea el mundo
hay los recortes de uñas, las pelusas,
los sobres fatigados, las pestañas que caen.
¿Adonde van las nieblas, la borra del café,
los almanaques de otro tiempo?
Pregunto por la nada que nos mueve;
en esos cementerios conjeturo que crece
poco a poco el miedo,
y que allí empolla el Roc
J Cortazar, El interrogador
Roc: son aves de rapiña gigantescas, a
menudo blancas, pertenecientes a la Mitología persa, capaces de levantar a un
elefante con sus garras.