A nosotros nos tocó el desierto.
Y ¿para qué sirve el desierto? le preguntaron a uno de nuestros viejos y el comentó despreocupadamente: el desierto se creó para que ahí aprendiéramos al menos tres cosas:
1. Caminar despacio
2. Escuchar al viento
3. Conocer nuestra alma
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