Las naciones y sus gobernantes tienen sus deseos.
Bien visto el asunto, si hay algún problema, no es con los deseos en sí mismos.
El asunto es discernir cuáles deseos son los correctos y más importante es tomar la firme decisión de trabajar, perseverantemente, para que se transformen en hechos reales.
En la medida que nuestros deseos sean valiosos,realmente, en esa medida crece la probabilidad de que los convirtamos en realizaciones gratas para nosotros y para otros seres humanos.
A la luz de esta característica humana de "desear y desear" fui encontrado por esta afirmación luminosa y milenaria:
“Quien tiene cien, quiere doscientos...
Nadie muere ni siquiera con la mitad de
sus deseos cumplidos”.
-inspirado por Kohélet Rabá, 1:34
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