Los niños tienen su día que son todos los días.
Los adultos,dedicamos un día del año, para fortalecer la conciencia de la vida de cada niño.
Pensar en los niños me trae a la presencia de una imagen, de una metáfora muy querida: el nido.
El nido es es ese pequeño lugar seguro para la vida que inicia en medio de las adversidades circundantes.
La vida recién nacida siempre ha tenido depredadores.
Los nidos se construyen con lo más sencillo y natural que a veces nos recuerda a un pesebre, a un cúmulo de hojitas, ramas, hilachos de lana, algodón.
Los nidos están en las altas ramas, en lo alto de un cactus, en los riscos, grietas y acantilados.
Los nidos son temporales. Hay tiempo para habitarlo y partir.Vano es in tentar volver a lo que un día se dejó. Es ley de la vida.
El nido es símbolo del cuidado de un padre, de una madre que está dispuestos a dar la vida por la vida frágil e indefensa.
La mitología nos habla de diferentes nidos pero el nido primigenio es el que honra y cuida de la vida.
No es de extrañar que el primer contacto educativo que tienen los niños es llamado el nido, para continuar en el jardín de infantes, antes de seguir con la primaria.
En nuestro desierto nos hacemos eco de un sentimiento universal: contemplar un nido con la tibia vida que asoma despierta silencio,cuidado, reverencia.
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