Los mares de arena de nuestro desierto engullen a los viejos pueblos mineros, agotados saqueados,engullen a los migrantes de hoy y a los extraviados, a los valientes apaches y a los mineros que deliraron bajo el sol en busca del oro. Ahí descansan fatigados caballos junto a sus amos.
Tenemos en común que toda vida y toda obra humana es impermanente,fugaz, y tarde o temprano vuelve a sus elementales orígenes:agua,carbono,aire..polvo, olvido,desmemoria.
Este paisaje no nos lleva ,como podría imaginarse, a un derrotismo, a una melancolía mórbida, a un desaliento sino a lo contrario. Ver este paisaje con ojos sabios nos aleja del sufrimiento.
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