Cartas del Desierto
Guillermo Pareja Herrera
La Cantora
La fuerza de las marcas de ciertos productos de la vida diaria hizo que llegaran para quedarse, cuando fui niño, allá en la década de los 50 del siglo pasado. Si estabas débil tenías que tomar el Aceite de hígado de bacalao de Noruega y la Emulsión de Scott.Te cepillabas los dientes con la pasta Kolynos y cuando aprendiste a afeitar el incipiente bigote lo hiciste con la Gillette. Lustrabas tus zapatos con la crema Nuggett y para laxar nada mejor que la leche de Magnesia de Philips y si tuviste dolor de cabeza echabas mano del mejor, mejora, Mejoral y si no la Cafiaspirina. Escribir fue arte con la pluma fuente Esterbrook y borrar con los Pelikan .Los dibujos se hacían con lápices Mongol y para escribir usabas los Mongol #2.Los zapatos fueron Diamante o Bata y los radios Telefunken, BlauPunkt, Nor Mende, Siemens, Zenit y el primer tocadiscos fue un Garrard. Los uniformes pre militares, cakis, fueron Buque y el chocolate por excelencia fue Ibérica y el de batalla, D´onofrio.La lista es infinita pero hoy ,en medio de estos recuerdos, brilla bajo el reflector de la memoria, la satisfacción dibujada en el rostro de mi madre cuando estrenó su nueva máquina de coser. Maquina de coser fue sinónimo de la Singer. Andando el tiempo y estudiando la lengua inglesa le decía yo a esa máquina, la Cantora, por lo de Singer. Fue un 12 de Agosto de 1851 cuando Isaac Merritt Singer patentó su célebre máquina de coser y formó la empresa I.M.Singer & Company para vender su producto. Hoy constato ,una vez más, la presencia de la memoria del corazón.
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