martes, 19 de septiembre de 2006

Cartas del Desierto

Guillermo Pareja Herrera

Como el sapo

Los humanos nos congratulamos por descender del homo humanus erectus, un ser evolucionado que tuvo dos privilegios.Primero, andar erguido, con la mirada hacia el horizonte, con los pies en la tierra y la capacidad de mirar al cielo estrellado y asombrarse. Segundo. El homo humanus erectus, además, se convirtió en el ser que camina, que hace senderos de ida y vuelta. La contraparte de este ser humano está formada por los seres que navegan en los aires y los que navegan en las aguas, así como otros mamíferos no humanos que poblaron la tierra. Entre todos estos seres vivos está el sapo. Del sapo se ha escrito abundantemente. Se destacan sus virtudes para controlar a las plagas que azotan a las plantas. También se señala que es bocón, que habla mucho y fuerte, sin olvidar que cuando se pone romántico canta en la orilla de la laguna y toca su guitarra.Es el sapo cancionero. Pero en estos tiempos también se dice, cuando algo está entrampado, y no avanza: estamos como los sapos que brincan y brincan pero caen en donde mismo, es decir, en el mismo lugar. O en otros términos, moverle a todo, para que nada cambie. Esta simulación de movimiento y cambio es una de las características de la vida política, hablando planetariamente.Pueba de ellos son los juegos de palabras que dicen, desdicen y contradicen, para que la realidad siga intacta.

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