Cartas del Desierto
Guillermo Pareja Herrera
Iban dos rancheros
La gente del desierto capta la vida y el paisaje por la mirada y por el oído. En el desierto se despierta un estado de magia cuando, alrededor de la taza de café alguien comienza con un relato, algo tan sencillo como: Iban dos rancheros a caballo… y con eso los oyentes estarán absortos viendo la polvareda que se levanta y escuchando los cascos de los caballos. La gente de las grandes ciudades se aburre con los relatos.Aquí los gozamos. La convivencia humana se alimenta por la tradición oral y la gente del desierto es amante de los refranes y proverbios que aplican con propiedad y sentido del humor.Los inviernos recluyen a la gente en sus casas junto a la estufa de leña y ahí se cafetea y se platica.Ahí nacen las historias que pasan de padres a hijos, y que comparten amigos y vecinos. Esa forma de relatar la vida es desconocida en las ciudades donde se vive en el vértigo de las imágenes. Aquí, el ritmo de la vida nos lo da el desierto.
Guillermo Pareja Herrera
Iban dos rancheros
La gente del desierto capta la vida y el paisaje por la mirada y por el oído. En el desierto se despierta un estado de magia cuando, alrededor de la taza de café alguien comienza con un relato, algo tan sencillo como: Iban dos rancheros a caballo… y con eso los oyentes estarán absortos viendo la polvareda que se levanta y escuchando los cascos de los caballos. La gente de las grandes ciudades se aburre con los relatos.Aquí los gozamos. La convivencia humana se alimenta por la tradición oral y la gente del desierto es amante de los refranes y proverbios que aplican con propiedad y sentido del humor.Los inviernos recluyen a la gente en sus casas junto a la estufa de leña y ahí se cafetea y se platica.Ahí nacen las historias que pasan de padres a hijos, y que comparten amigos y vecinos. Esa forma de relatar la vida es desconocida en las ciudades donde se vive en el vértigo de las imágenes. Aquí, el ritmo de la vida nos lo da el desierto.
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