martes, 15 de mayo de 2007


Cartas del Desierto

Guillermo Pareja Herrera


Alto contraste


Por un lado está la publicidad que muestra en anuncios espectaculares en las autopistas así como en televisión un mundo de absoluta felicidad. Mires usted esas sonrisas con dientes blancos como las nieve de los alpes. Vea usted esas cabelleras doradas que ondulan bajo el sol. Observe cuerpos delineados, esbeltos, bronceados, atléticos sin ápice de grasa o defectos observables como una arruga aquí o un lunar. Le siguen los infinitos comerciales de niños felices comiendo hamburguesas junto a su perro labrador recién bañado y mujeres exhibiendo su lencería de seda glamorosa.Todo ellos es algo de un mundo ideal y no se diga de automóviles, relojes, trajes y equipos deportivos pasando por vinos servidos en grandes copas.Por el otro lado está el consumidor que cada día se siente más lejano de todo ese mundo inventado como el mago que saca al conejo de su sombrero. El consumidor medio ,se siente en la antítesis de ese mundo, se queja de que esta gorda, chaparra, morena, que vive en donde pintan con graffiti su casa y los perros se comen las sobras de las bolsas de plástico que son una nube y el puente a desnivel con su incansable tráfico de vehículos le deja el hollín hasta en los dientes.Qué abismo entre el anuncio del carro BMW con una pareja feliz y deportiva con la realidad de ir apretujado en el metro sumergido en el baño de sudores y el infaltable vendedor de discos compactos piratas que sonríe y canta: ¿10 pesitos le cuesta, diez pesitos le vale o dos por 15, cómo la ve?. Mientras escribo estas líneas veo como los vientos del final de invierno forman remolinos decorados con empaques de huevo, bolsas de plástico, botellas de refrescos y rodadoras que bailan desafanadamente. Como el viento es señor omnipotente en los cielos, quién sabe si esta basura que veo en el desierto nos llega desde Nueva York, Tepito o Sydney.

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