Ella le regaló a él un pañuelo azul grande, con diseño floral, muy austriaco y muy mexicano que le llamamos paliacate. El ha usado ese paliacate bajo el ardiente sol, el viento y la polvareda. Lo ha tenido siempre y tanto alrededor de su cuello que, un día amaneció y el amado palicate estaba dentro de su piel y el diseño floral impreso en la fina lámina transparente, cálida y vibrante de su alma. Ahí anidó su calor para siempre.
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