A mi hermano le gusta que le den lustre a sus zapatos –no usa botas- aunque quienes practican ese noble oficio se llamen limpia botas o lustra botas y hoy suelen ser mujeres como hombres pero hasta hace poco fue asunto de sólo hombres que igual podían comenzar el oficio los 10 años de edad y terminarlo cuando se marchaban de este mundo. Bueno, a mi hermano le gusta que le den lustre a sus zapatos y ese gusto se lo da cuando está de viaje, exclusivamente. Ahí vienen las coincidencias fraternas. A mí también me gusta que le den lustre a mis zapatos y ese gusto me lo doy cuando estoy de viaje exclusivamente. ¿Qué sentimiento me despierta tal ritual? Lo pienso bien y es una sensación grata y placentera que me devuelve a la conciencia de estar de viaje y como dijo el buen Julio un día: me encanta ver a las nubes reflejadas en el brillo casi espejo de mis zapatos recién lustrados. Efímero gozo se dirá, el estar sentado en un banquito observando con un ojo la realidad circunvecina y con el otro, al niño de 12 años lustrando los zapatos quien, por cierto, debiera estar siendo la media mañana, en una escuela, querido y bien alimentado.
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