En los discursos mundiales, en los discursos nacionales, en los discursos políticos, en los discursos amorosos hay una recurrencia a la nostalgia por lo ido, por lo que navega en las sombras de la memoria. Junto a la nostalgia a veces se inflama el anhelo de futuro, la esperanza de tiempos mejores (que no suceden por sólo desearlos). En ese vaivén nos movemos, el casi eterno movimiento pendular que nos deja vacíos en medio de la nada. ¿Qué se nos ha olvidado pues? Se nos ha olvidado lo que dijo el buen Benedetti: Hay ayeres y mañanas pero no hay hoyes…
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