miércoles, 14 de octubre de 2009

Nunca se sabe…


Allá en el desierto de Persia vivió la princesa Xirin descendiente del Shah. Esta mujer tenía cuerpo de palmera, caminaba como gacela, ojos como aceitunas, labios de dátil y una cabellera en la que uno se perdía en medio de sus rizos que descendían como el vuelo de las alondras. Xirin guió la vida de muchos hombres grandes, medianos y pequeños. El día que encontró en una plaza a los ojos que se fundirían con los suyos para siempre –aunque nunca vivieron juntos- le dijo al hombre: ¡Nunca se sabe…nuestros caminos podrían cruzarse! [1] Desde entonces, esa frase navegó todos los desiertos del Oriente y los hombres como las mujeres que buscaban el amor recordaban a la princesa Xirin. Los humanos solemos pensar en términos de para siempre y para toda la vida pero el amor suele llenar y unir profundamente, aunque nuestros caminos se crucen por unos instantes que serán recordados, a veces, para la eternidad.
[1] Inspirado en Samarcanda de Amin Maloouf

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