El abuelo tocaba la guitarra, el hijo tocaba el tambor y el nieto un pequeño acordeón. Durante el día hundía sus callosas manos en la tierra. Al atardecer, junto al fogón componían y tocaban. Rara vez hablaban. Sus palabras fueron la música. Un día llegó un amigo querido y les preguntó cómo se llamaba el trío que habían formado. El nieto, un niño de 11 años, al ver que su abuelo y su padre no soltaban palabra alguna dijo: Nuestro grupo se llama: Raíz y brotes. Al abuelo, al hijo y al nieto le brillaron, húmedamente, los ojos. Rara vez hablaban.
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