Salir de casa y ponerse en camino por el desierto es una invitación a las sorpresas y a los imponderables. Puede cambiar el clima súbitamente, como se te puede cruzar un coyote, una serpiente, una cabeza de ganado o simplemente el silencio del paisaje te envuelve, te detienes y no encuentras palabra alguna del diccionario que nos cobije para hilar una pálida oración que dé cuenta del instante que estás viviendo. Pasan las horas y el desierto va quedando atrás mientras el horizonte se viste de pinos. Para mi sorpresa los puentes se suceden con nombres inspirados en las mínimas poblaciones rurales. La rectitud del camino se desliza insensible y de pronto parpadeo sobresaltado pues casi no creo lo que estoy viendo. Acabo de pasar por debajo del Puente sin nombre. Sí, como está escrito, dicho y visto. Un puente huérfano que lleva ese humilde nombre. Sin dejar de estar con un ojo al gato y otro al garabato en la carretera, mi mente vuela al mundo posible de los seres que han llegado a este mundo y para quien no les esperaba un nombre y se quedaron sin él. He llegado a la conclusión que en términos intrínsecos el nombre es una convención social para funcionar en grupo del cual dependemos. Mas no deja de sorprender que los expertos camineros recurrieran a su bitácora y le asignaran al puente velozmente pasado, el notable nombre, para mí, de Puente sin nombre.
Nota.- El citado puente se encuentra entre Cd Guerrero y Cd Cuahutemoc,Chihuahua.
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