domingo, 24 de enero de 2010

Escrito a lápiz


En mi primer día de escuela fui equipado con un lápiz y su respectiva goma de borrar en su cabecera. Un lápiz amarillo por fuera No.2 La marca: Eberhard Faber No.2. A los niños no se nos permitía entonces usar la pluma y el tintero. Esa arte vendría después. Al comienzo fue el humilde lápiz para hacernos hábiles a través del acierto y el error en darle forma a las letras. Planas y planas llené en cuadernos doble línea. Un lápiz o grafito de las entrañas de la tierra. Un lápiz presencia de lejanos árboles procesados en Alemania y gastados hasta convertirse en miniaturas coleccionables a fuerza de escribir. Un lápiz para lo efímero que no tendría mayor importancia que practicar y practicar. A fuerza de practicar un día soleado pude articular mis primeras palabras y llegó el día en que descubrí su sonoridad, su ritmo, su íntimo calor y su mensaje al viento. El lápiz, el inicio de un largo camino que después se transformó en tinta y letras. Pero un lápiz fue el vehículo para descubrir el lejano aroma de los bosques al comienzo de la jornada mientras mi sacapuntas o tarjador hacía su trabajo. Hoy tengo aún mi lápiz amarillo para aquellos apuntes breves, sencillos, efímeros de los cuales digo: están escritos a lápiz.









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