Así como el niño o la niña nace en el momento en que se le corta el cordón umbilical y respira y late por sí mismo, así también este planeta comenzó a vivir, fluyó su sangre hecha ríos y sus ríos convertidos en mar. Desde entonces el mar no conoce el sosiego de las pampas y de los llanos. Mi buen José Emilio Pacheco tituló uno de sus libros inolvidables: Los trabajos del mar. Nunca mejor dicho. El mar, como un Prometeo, como un Sísifo está atado a sus trabajos hasta cuando el mundo deje de ser mundo -pues no puedo omitir el recordatorio trágico que dice: todo lo que comienza…termina. Eso,eso no lo veré.
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