domingo, 17 de enero de 2010

Pasando el tiempo


En lo cotidiano el verbo pasar ocupa un buen espacio. Pasa el tiempo, pasan las horas, pasan los días, pasan las estaciones, pasa la vida, pasan los buenos y los malos tiempos. Esta comprobación es sencilla, de sentido común decimos. El asunto es otro cuando preguntamos ¿cómo pasa el tiempo en mí, cómo pasa el tiempo en ti? La respuesta suele ser, a veces, breve, cortante: No me preguntes cómo pasa el tiempo. Por cierto, esta respuesta es el título de un poemario de José Emilio Pacheco. En el pasar de tiempo hacemos un espacio que suele llenarse con las preguntas sobre la vida diaria, las acciones y contradicciones políticas, el para qué sirve la poesía, la dicha de vivir con algo de humor, cómo afrontar los días sin sol o de desolación, el intento de desterrar o quitar de la tierra a la solemnidad que nos rigidiza e impide que en cada instante de la vida saquemos relucir nuestra parte de niño, nuestra inquietud de ser joven aunque peinemos canas.Redondeando este punto me quedo con aquello del buen Emmanuel Kant de hace doscientos años:No somos los que decimos que somos sino lo que hacemos.

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