La enredadera es una prístina presencia en la piel de la tierra. La enredadera hecha de red de redes que semejan a todo un bosque donde juega la luz a la esconde-esconde mientras se da un revolotear del verde en todos sus matices hasta derivar a casi el negro nocturno. Planta que destila el aroma de las interconexiones donde llega el momento en que no distingues ni el principio ni el final. Esta planta multifacética en su perfil, textura y aroma es viva emisaria de la aurora de los tiempos y vivo recordatorio para la mente y el corazón humanos, de nuestra íntima e inevitable interconexión e interdependencia con todos los seres humanos y con todos los seres vivos de este mundo. La en-red-adera sirve de inspiración para otros seres que se desenvuelven en este mundo tejiendo redes o nidos llámense arañas o pájaros. Los humanos son hábiles para tejer redes de comunicación, de negocios sin olvidar, por supuesto, que el arte de amar es en buena medida en arte de crear una fina red sentimientos, emociones, acciones que nos mantienen en contacto. Sea una madreselva o jazmín de Arabia en un jardín hogareño y recoleto, la pared de piedra es el suave lecho donde la enredadera se desliza repta en busca del cielo y del sol mientras deja su cauda de aroma que me recuerda que el mundo es, pese a todo, un jardín.
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