¿De dónde te han salido esas rayitas? Le pregunté un día a mi tía cuyo rostro abundaba en huellas del tiempo como abundantes son las pisadas de los migrantes rumbo al norte de sus esperanzas en el desierto mexicano. Los surcos en el rostro de mi tía, según me dijo ella despreocupadamente y sin rendirle pleitesía a los cosméticos excepto al agua clara y fresca y al jabón están desde el momento de nacer como semillitas que plantadas en los surcos microscópicos de nuestra piel florecen con dignidad un día. Así que, no hay nada nuevo bajo el sol, los surcos no son caricaturas de un ser humano que ha vivido bajo el sol y el viento; son prueba de haber vivido, de haber reido, llorado y de ver largamente en el horizonte del desierto.
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