sábado, 1 de mayo de 2010

Ciruelo, el hogar de los ruiseñores/Oshukubai

Hacia mediados del siglo X, tiempo del Emperador Murakami (946-967), se secó el criuelo del jardín del palacio que deleitaba al Emperador con sus flores de primavera. Murakami, dolido por la mala suerte del árbol, mandó buscar otro que pudiese sustituirlo en su jardín. Los súbditos, después de mucho buscar encontraron un ciruelo en el jardín de la casa de un noble de alto rango. Presionaron al dueño de la mansión para que les ofreciera el árbol y que mostrara de esa forma su espíritu de acatamiento a la voluntad imperial. Los trasplantaron al jardín, finalmente.
El Emperador fue a contemplar el nuevo ciruelo- Encontró una hojita de papel atada en una rama del ciruelo. Al quitarla de la rama vio que en ella estaba escrito un poema con la firma de la esposa del dueño original del ciruelo.

Cuando de una regia disposición se trata,
como fiel súbdita suya que soy, sé acatarla.
Pero ¿qué les respondo yo a los ’ugüisu’ de mi jardín
cuando me pregunten
qué ha sido de su hogar amado?

Murakami, sensible conocedor del arte de la poesía, ordenó devolver el árbol a los pajarillos del jardín de la casa original, avergonzado de su atrevimiento y de su falta de delicadeza hacia una dama fina y sensible y sobre todo por haber atentado contra los ugüisu –ruiseñores del ciruelo- . Esta leyenda pasa de boca en boca desde hace más de mil años.


1 comentario:

Anonymous dijo...

tan fina y sensible tu carta,
como la raza que le dà origen
y como el alma que la percibe...