domingo, 16 de enero de 2011

En algún lugar

Hemos aprendido de nuestros padres, abuelos, amigos, maestros un ramillete de expresiones, y entre ellas hay una que suelo tomar entre las manos y dice: ¡Esto no tiene explicación! Lo que no puede ser disculpado, lo que no puede ser aclarado, lo que no puede ser entendido ni justificado: ¡Eso no tiene explicación! Bien sabemos que hay cosas que no tienen explicación como las fortunas de la noche a la mañana, como el verdadero conocimiento que se da sin estudio o subir a la montaña sin dar todos los pasos que llevan a la cumbre. La lista es larga, sobre todo la de los agravios humanos que nos hacen exclamar: ¡Esto no tiene explicación! – aunque por aquello del principio de causa y efecto todo lo tiene- Lo que sucede es que esta frase da cuenta del impacto emocional que nos conmueve. Tal vez, en esta línea de meditar tiene pertinencia lo que Julio dejó apuntado en su cuaderno: En algún lugar debe haber un basural donde están amontonadas las explicaciones.

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