domingo, 10 de abril de 2011

Consumir y producir felicidad

Recuerdo a una mujer que llegó al desierto procedente de la sofisticada vida en la capital y en pocos días se hizo conocer como una crítica acérrima de la pobreza intelectual, académica y artística de la localidad. La gente la escuchaba y por lo general se encogían de hombros y le daban la media vuelta y la dejaban hablando porque esa mujer no pasó de las críticas a las propuestas. A tal punto llegó la incomodidad que un día presencié cómo su suegro –un hombre de campo que escasamente estudió la secundaria- le dijo una frase, lapidaria, inspirada por Bernard Shaw, que dicho sea de paso, fue la medicina que esta mujer necesitaba: No tenemos más derecho a consumir felicidad sin producirla, que a consumir riqueza sin producirla

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