Quien comenzó como profesor de escuela en el interior argentino y juntando peso sobre peso marchó a París, pagó el precio de las privaciones y estrecheces de quien se las averigua solo de paso en paso .Trabajos variados, siempre relacionados con los escritos, las traducciones y la cultura le llevaron por pequeños departamentos y ahorrando franco sobre franco. Mas llegó el día de un respiro ,un trabajo decente que le ocupaba las 5 mañanas de la semana y una tarde dejándole tiempo para saborear la felicidad de quien cuenta con dos grandes ojos, largas piernas para caminar y el empuje para ir en bicicleta por todo Paris. Ese Julio le escribió a su entrañable Eduardo: Me queda pues tiempo sobrado para vivir como yo quiero, es decir en una vagancia escandalosa, lecturas, cuadros y vino blanco[1]. Me gusta preguntarme ahora: ¿Me queda tiempo sobrado para vivir como yo quiero? Hermosa pregunta.
[1] Cartas a los Jonquieres,99. Vagancia, en el sentido de su gusto por deambular por su amado Paris.
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