Los hombres viejos de nuestro desierto son unos meteorólogos que aprendieron de sus abuelos y padres el arte de observar, observar y observar calladamente los cielos y la tierra, el comportamiento de las lluvias y del viento, cómo encender el fuego y anticiparse al frio y al granizo. Su mayor dicha es estar alerta para cuando el cielo derrama en estas tierras el más espléndido regalo: el arcoíris. No hay verano sin aguaceros, ni aguaceros sin algún regalo fugaz e inolvidable. Una de las primeras lecciones que aprendí de Esteban mi maestro en estas tierras fue observar al viento y sus conductas sorprendentes. Antes de llover hay viento, antes de nevar hay viento y la mejor formar de medirlo es ponerse de pie y caminar y no olvidar que sólo podrás conocer la fuerza de un viento tratando de caminar contra él. Ese instrumento es de gran certidumbre para nosotros. Pero doy un paso más y observo que este principio, aplicado a nuestras vidas, es válido para no perder el rumbo en la vida, para ser, cada día, lo que estamos llamados a ser: seres únicos, irrepetibles con una ruta en la mirada, decisión en los pies que caminan y fuego en el alma.
Es una antología de las Cartas del Desierto que trasmito en Radio Universidad 105.3 FM y 1310AM, Chihuahua. Mexico. Una mirada sobre el mundo, la vida y la historia Social desde el desierto Chihuahuense en el Norte de México. Escribo y comparto mis sentires mientras vamos de camino: Si estas Cartas te ayudan y las reproduces, cita al autor y a la fuente. ¡Gracias por escribir tus comentarios¡ -La vida abre la puerta,nosotros hacemos el camino-
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