domingo, 30 de octubre de 2011

Querer lo que hacemos


Si por algo se caracteriza el ser humano es  por generar una lista, casi infinita, de deseos. Así como los deseos pueden ser un motor para la acción también pueden detonar una frustración  ante lo inalcanzable o favorecer una actitud de vagabundeo sin aterrizar esos deseos ilimitados. En la galería de mis personajes inolvidables recuerdo a un buen amigo y vecino que en vida fue sastre. Siendo niño solía yo acudir a su sastrería y escuchábamos una radio novela de aventuras de una especie de Don Quijote en la India mítica y milenaria de nombre Tamakún el Vengador Errante. Una tarde, le pregunté si a él le gustaria conocer esas tierras remotas. Me respondió: de alguna manera ya las conozco a través de viajar con la imaginación. Me quedé pensativo pues, antes de que la humanidad contara con los medios modernos y ultra rápidos para el transporte, los humanos viajaban más con la imaginación y sólo pocos, muy pocos humanos podían viajar por  los cinco continentes. Recuerdo que Leo Tolstoi comentó: El secreto de la felicidad no está en hacer siempre lo que se quiere, sino en querer siempre lo que se hace. Ese buen amigo sastre, descansa en paz, pero no dudo que supo querer mucho lo que hacía.



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