miércoles, 26 de octubre de 2011

Tercera vez

Con las ciudades amadas me sucede que si hay una segunda vez o una venturosa tercera vez, mis excursiones traspasan la estrecha visita turística y se convierten en una suerte de devota excursión guiada por imágenes  y anhelos que vienen desde mi adolescencia. Así me sucedió con Paris que fue la puerta que me llevó del infaltable Louvre a un pueblito llamado Auvers sur Oise a 35 km al norte. Pueblito donde Vincent Van Gogh vivió un año, donde pintó obras inolvidables y donde terminó con su existencia. Su amado hermano Theo murió un año después y sus restos, como dice la tumba, reposan, descansan ahí. Después de breves y agotadoras existencias reposan ahí. Una tarde de mi vida estuve ahí y recordé un comentario del buen Julio muchos años antes: Hace mucho bien andar por el pueblo de Vincent y mirar su simple y hermosa tumba. Un acierto es la tumba de los dos hermanos quienes, más allá de las desventuras, tuvieron simples y hermosas vidas.










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