viernes, 2 de diciembre de 2011

Carta al amigo

Notre Dame
A los amigos se solía escribir cartas, sí, con sobre y estampilla y depositadas en el correo. Las cartas se escribían en máquina de escribir o a mano –con ese tiempo precioso que llevan las señales que salen del corazón y de la mente y dirigen a la mano sobre la superficie de papel  -como el capitán da rumbo a la nave en la mar. ¿Cómo escribía el buen Julio a su querido amigo Eduardo?  “…tengo dos cartas tuyas sin contestar.Mil perdones. He querido hacerlo cada día, y no a máquina sino a mi gusto, con el papel en las rodillas, y de preferencia en algún café desde donde, por una ventana más bien sucia, se vean las torres de Nuestra Señora de París, que en estos días que preludian a la primavera  -al fin, al fin qué invierno inacabable-  está rosada y contenta, con su aire de gran gallina clueca sentada sobre el tiempo en un incubación misteriosa”. Sean cartas,apuntes,un ensayo, un libro de ciencia en ciernes, pero siempre acompañado por un café, con una modesta pero espaciosa vista,sea a la calle, a los árboles y qué mejor si la mirada descansa en un río. Las iglesias y catedrales ,como el nombre señala son femeninas,son reminiscencias de la madre primigenia o la mamá de los pollitos.








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