La adolescencia y la juventud de los humanos y de los pueblos que viven sus adolescencia y juventud histórica se caracterizan por tener a la libertad como el más grande y casi absoluto valor al que se puede aspirar .La libertad vista con esos ojos es atrayente y seductora pues enfatiza el esfuerzo casi titánico de romper limites, aflojar cadenas y liberarse de alguien o algo vivido como opresor. Pero la historia nos muestra fehacientemente que superado ese proceso histórico, uno descubre que el fundamento de la libertad visible, es la libertad invisible e íntima -no accesible para la mirada ajena-. El fundamento es vivirse, sentirse y verse como un ser familiarizado con el mundo interior o mejor dicho por el buen Epicteto[1]: Nadie es libre si primero no es dueño de sí mismo. Expresión brevísima, contundente, irrebatible, irrenunciable: ser dueño de sí mismo, ser uno quien responde de sus propias acciones ante los demás seres humanos y ante la propia conciencia. Epicteto no habló desde la comodidad de la academia o de la vida fácil. Fue un griego hecho esclavo por los romanos quien luchó por su libertad hasta alcanzarla.
[1] Filósofo griego, estoico, que vivió parte de su vida como esclavo en Roma. No dejó obra escrita, pero de sus enseñanzas se conservan el Enchyridion o 'Manual', y los Discursos, editados por Flavio Arriano, su discípulo.
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