viernes, 25 de mayo de 2012

La campana en la colina





Muchos seres humanos, tal vez millones, presumimos de ser libres, de decir lo que queremos, de hacer y viajar,de sentir y disentir y pareciera que en eso y sólo en eso se cifra la llamada libertad. Sin embargo, la experiencia interior de millones de seres humanos es que esa libertad no les genera un bien ser, un bien estar ,una felicidad interior,paz. Nos sentimos en una prisión. Una prisión que nos tiene a unos en las celdas del pasado y a otros en las celdas del futuro y sobre ambas celdas no tenemos el poder de modificación radical. Sólo tenemos el amplio territorio del instante presente. Las tradiciones más antiguas y remotas de los seres humanos sabios nos recuerdan, una y otra vez, que necesitamos educar a nuestra conciencia, es decir, a ese “darnos cuenta” a esa “atención en el presente”. Así, podemos descubrir el vasto horizonte de respirar, caminar, comer, atentamente, calmadamente. Con estas sencillas prácticas puede paliarse nuestro sufrir cotidiano. Una sencilla práctica consiste en elegir unos pocos minutos al inicio del día y escuchar  en nuestra mente el sonido de una campana  en la colina de nuestra imaginación. Al escucharla, detengamos el diálogo y el parloteo de nuestras ideas e imágenes interiores. Detengamos nuestro  hablar. Detengamos nuestro pensar .Que nuestro cuerpo se calme como el agua agitada. Y aunque estemos con el rostro serio permitámonos sonreír ,al menos internamente y restarnos seriedad y solemnidad. Entonces el día podrá comenzar  con otra actitud. Repitamos este instante al final del día…mientras la campana en la colina de nuestra imaginación suena apacible.








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