Hubo un niño hijo de una
madre sola. Vivieron en Tijuana, México
-frontera con Estados Unidos. Noel es su nombre. Siendo niño trabajó
como lustra botas. Con ese dinero ayudó a su madre. Con ese dinero de su
trabajo pudo comprar pantalón, camisa y zapatos para hacer su primera comunión a los 8 años.
Migró a Estados Unidos. Hoy trabaja en la televisión americana. Viajó en el vuelo que llevó al
Papa Francisco de Roma a Ciudad de México. Durante el vuelo sorprendió a
Francisco con esa historia de su vida y le pidió le permitiera lustrar su
zapatos. Francisco conmovido aceptó el gesto cariñoso de Noel. Llevó consigo su
“banquito” y los dejó relucientes. Noel comentó que él pedía por todos los
trabajan duramente para llevar el pan al hogar. Le obsequió su "banquito" al Papa Francisco. Esta es una de la muchas
historias de vida que se suceden en este viaje inolvidable de Francisco a
México.
Es una antología de las Cartas del Desierto que trasmito en Radio Universidad 105.3 FM y 1310AM, Chihuahua. Mexico. Una mirada sobre el mundo, la vida y la historia Social desde el desierto Chihuahuense en el Norte de México. Escribo y comparto mis sentires mientras vamos de camino: Si estas Cartas te ayudan y las reproduces, cita al autor y a la fuente. ¡Gracias por escribir tus comentarios¡ -La vida abre la puerta,nosotros hacemos el camino-
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domingo, 14 de febrero de 2016
jueves, 3 de abril de 2014
Los caminos
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GPH |
viernes, 7 de junio de 2013
Precioso y peligroso
El lenguaje es el bien más precioso y a la vez el más
peligroso que se ha dado al hombre, dijo Friedrich Hölderlin. Un bien
precioso y frágil que se parece a un perfume, que por un descuido, se evapora o
se parece a una flecha que, saliendo del arco, ya no puede volver jamás a él. Precioso
y peligroso. El lenguaje, una fuente inagotable de gozos para comunicarnos,
comprendernos y acercarnos o un arma de destrucción masiva.
viernes, 25 de mayo de 2012
La campana en la colina
Muchos
seres humanos, tal vez millones, presumimos de ser libres, de decir lo que
queremos, de hacer y viajar,de sentir y disentir y pareciera que en eso y sólo
en eso se cifra la llamada libertad. Sin embargo, la experiencia interior de
millones de seres humanos es que esa libertad no les genera un bien ser, un
bien estar ,una felicidad interior,paz. Nos sentimos en una prisión. Una
prisión que nos tiene a unos en las celdas del pasado y a otros en las celdas del
futuro y sobre ambas celdas no tenemos el poder de modificación radical. Sólo
tenemos el amplio territorio del instante presente. Las tradiciones más
antiguas y remotas de los seres humanos sabios nos recuerdan, una y otra vez,
que necesitamos educar a nuestra conciencia, es decir, a ese “darnos cuenta” a
esa “atención en el presente”. Así, podemos descubrir el vasto horizonte de
respirar, caminar, comer, atentamente, calmadamente. Con estas sencillas
prácticas puede paliarse nuestro sufrir cotidiano. Una sencilla práctica
consiste en elegir unos pocos minutos al inicio del día y escuchar en nuestra mente el sonido de una
campana en la colina de nuestra
imaginación. Al escucharla, detengamos el diálogo y el parloteo de nuestras
ideas e imágenes interiores. Detengamos nuestro
hablar. Detengamos nuestro pensar .Que nuestro cuerpo se calme como el
agua agitada. Y aunque estemos con el rostro serio permitámonos sonreír ,al
menos internamente y restarnos seriedad y solemnidad. Entonces el día podrá
comenzar con otra actitud. Repitamos
este instante al final del día…mientras la campana en la colina de nuestra
imaginación suena apacible.
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