lunes, 10 de marzo de 2014

Río y Desierto




Un viajero en el desierto africano observó que el Río Níger lo atraviesa. Ante la realidad del río en la vida de las personas notó dos conductas opuestas. Para unos el río lo sentían su vida, el alma de la tierra, la madre de la vida, el alimento a mano, la frescura de sus aguas y evitaban a toda costa dejar el río e internarse en el desierto y si lo hicieran no sobrevivirían ni una semana tierra adentro. El segundo grupo fueron los habitantes del desierto que lo conocían como la palma de su mano, habituados a sus inmensidades y silencio. Estas personas sentía temor por el río y sólo se atrevían  a calmar la sed propia y de sus animales pero jamás se internaban dentro del río. Le tenían un temor reverencial y en su fluir se sentían atemorizados. Podemos inferir que cada ser humano elige una manera de ser y de estar en el mundo dentro de sus circunstancias ambientales y de ahí se derivan estas actitudes de familiaridad o de temor. Se cumple un dicho del desierto: lo que para unos es su salvación para otros es veneno.








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