Estuve con unos amigos uruguayos conversando sobre esa trilogía del tiempo,espacio y el para qué de la vida. Uno de mis amigos comentó que había corrido algún maratón completo de 42 kilometros en algunos momentos de su vida y que correr es parte de su vida diaria. Al rededor de este tema coincidimos en lo que cuesta iniciar una carrera -cuando el cuerpo es frío y duelen los pies- pero andando los primeros tres kilómetros todo fluye y gozamos del trote y la carrera. Pero todo lo que comienza ha de concluir y de pronto asoman los claros signos de cansancio y comenzamos a medir y cuidar los pasos, la respiración. Llega el momento en que sentimos la flaqueza de nuestras fuerzas y el fin de la carrera se acerca, cada vez más, afortunadamente. Faltando el último kilómetro sentimos el gozo por lo ya vivido, pero es más intenso nuestro anhelo de llegar a la meta y concluir lo que comenzamos. Este intenso deseo de descansar es lo más parecido a lo que siente un ser humano llegando al ultimo día de su vida... ya quiere descansar. Con lo cual podemos imaginar que la lejana y extraña imagen que tenemos de partir de este mundo, llegado el momento, será el intenso anhelo para descansar...
1 comentario:
Al terminar el día siento ese enorme deseo de descansar, de reposar cada uno de mis doloridos huesos en mi cama y permitir que los músculos se distiendan hasta que el plácido sueño llegue. Es un descanso necesario para comenzar una nueva jornada.
Es una necesidad de abandonarme al descanso muy diferente a cuando estuve grabe.
En ese momento quería abandonarme a esa plácida sensación de ser envuelta por esa atrayente luminosidad que parecía invitar a seguir cada vez más rápido, sin cansancio, sin dolor, ni más nada a mi alrededor.
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