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domingo, 18 de septiembre de 2011

Vivir para escribir

Al don de la palabra le vienen  diversos oficios. Uno es capaz de escribir un verso y otro escribirá una novela o un cuento breve. Escribir es, finalmente, vivir  como oyente de la palabra en  lo interior de sí mismo. Rainer María Rilke[1] lo describe así:  “Para escribir un solo verso es necesario haber visto muchas ciudades, hombres y cosas [...] Es necesario tener recuerdos de muchas noches de amor, en las que ninguna se parece a la otra, de gritos de parturientas y de leves, blancas, durmientes paridas que se cierran. Es necesario haber estado al lado de los moribundos, haber permanecido sentado junto a los muertos, en las habitaciones con las ventanas abiertas y los ruidos que vienen a golpes. Y tampoco basta tener recuerdos. Es necesario saber olvidarlos cuando son muchos, y hay que tener la paciencia de esperar a que vuelvan. Pues lo recuerdos mismos no son aún esto. Hasta que no se convierten en nosotros, sangre, mirada, gesto, cuando ya no tienen nombre y no se les distingue de nosotros mismos, hasta entonces no puede suceder que en una hora muy rara, del centro de ellos se eleve la primera palabra de un verso.” Poco o nada hay que añadir.Coincido en que primero es vivir y luego hacer verso o en sabiduría ranchera: una cosa es tararear y otra cosa es con guitarra.







[1] Los apuntes de Malte Laurids Brigge.